LA HISTORIA E IMPORTANCIA DEL PATRÓN NOVA CHECK DE BURBERRY
¿Existe algún patrón más icónico en el mundo de la moda? ¿Uno que haya evolucionado tanto sin perder su esencia? ¿Uno más reconocible? ¿Algún otro más estético? Es posible que sí; que, de forma separada, podamos responder con una alternativa mejor o más adecuada a cada una de las preguntas planteadas. Pero, ¿podemos citar un patrón que responda a todo esto? Seguramente, no. Hablamos del Nova Check de Burberry, el patrón de cuadros de diferente tamaño en varios tonos que es la principal seña de identidad de esta marca.
Pero, antes de entrar en materia, repasemos algunas de las fechas más destacadas de la historia de la marca. En 1856, un jovencísimo Thomas Burberry crea la marca al abrir su propio taller. En 1879, surge la gabardina que todavía hoy es un icono de la marca. En algún momento a partir de 1920, surge el Nova Check, como el forro interior de la ya citada gabardina.
Entender la evolución y la realidad detrás del Nova Check supone, casi en esencia, comprender la naturaleza social y cultural del Reino Unido y por qué un patrón puede llegar a ser tan importante y mucho más que una simple opción estética o moda. Volvamos atrás en el tiempo.
A mediados de los 50, en Reino Unido, aparece lo que algunos sociólogos consideran el primer movimiento juvenil del país: los Teddy Boys. En esencia, hablamos de adolescentes que, en un escenario de posguerra, deciden demostrar su individualidad colectiva y su descontento o rebeldía mediante la vestimenta. Para ello se inspiraban en la época eduardiana y se caracterizaban por el estilo sartorial.
La importancia de este movimiento la podemos contextualizar mediante hechos como que, por ejemplo, de la evolución de estos grupos juveniles se fuese transformando hacia la figura de los casuals (aunque no sería la única razón). Pero, además, demuestran a la perfección cómo en Reino Unido siempre se han caracterizado por abanderar la moda y la estética como algo más, como una forma de expresión particular.
Fenómenos como los Teddy Boys (u otros movimientos que vendrían después, como los Perry Boys) documentan muy bien la relación de las clases populares de Reino Unido, su relación con las marcas premium y la utilización por parte de las mismas como fórmulas de reivindicación o expresión. O lo que es lo mismo: una marca puede surgir con un propósito, pero la gente la utilizará, en última instancia, para lo que quiera. Y es que Burberry, siempre sinónimo del lujo british, ha sido también durante mucho tiempo la señal de identidad de lo que en su momento se definió, despectivamente, como chavs. Es decir, la demonización de la clase obrera británica mediante la utilización de un término peyorativo para referirse a la caricatura de este perfil. Durante muchos años, si una persona de clase popular llevaba una gorra con el Nova Check de Burberry, estábamos ante un chav.
Entre finales de la década de 1990 y la mitad de los 2000 es cuando se puede cifrar el auge y resurrección de Burberry y su sempiterno patrón. Auspiciado por los precios populares y el aumento de las falsificaciones, el ajedrezado de Burberry fue sinónimo, durante esos años, de ser un chav, un hooligan o alguien con poco gusto y una cierta tendencia por la ostentación facilona y carente de fondo. O eso sería el pensamiento generalizado a nivel popular. Como prueba, la famosa foto sacada en 2002 a Danniella Westbrook, en la que sale junto a su hijo, los dos vestidos con el check de Burberry de pies a cabeza. Westbrook, que por aquel entonces era ya más conocida por su vida personal que por su profesión de actriz, representaba todo lo que la gente interpretaba que estaba mal con Burberry.
Pero en 2001 la semilla del cambio se plantó. Christopher Bailey entra en Burberry para cambiar el rumbo de la marca: y lo logra. Como presidente y director creativo ha sido el responsable de que el deseo volviese a rodear a la marca. ¿Cómo? Cada analista tiene sus motivos, y muchos de ellos coinciden en varios de ellos. Honestamente, y a título personal, creo que las causas del éxito pasan más por procesos como la digitalización que vivió la compañía o la innovación a nivel de negocio; porque el saber-hacer estético siempre ha estado ahí. Lo que Bailey entendió muy bien es que el Nova Check no era una maldición, sino un privilegio en forma de herencia y tradición.
No era algo que había que hacer desaparecer, sino proteger y poner en el lugar que se merecía. Así, se redujo su presencia en sus colecciones, se dejaron de producir algunos elementos (como las gorras) y, casi más importante, se volvió al orgullo de marca por este patrón. Y es que en los últimos años el patrón de Burberry es algo tan universal a tantos movimientos, clases y fenómenos culturales que más que un patrón estamos hablando de una bandera que arropa desde casuals, amantes de la moda, hipsters, club kids o hypebeast. Y podríamos seguir.
Un ejemplo del cambio de paradigma respecto a la consideración de Burberry lo tenemos en la pareja formada por Beyoncé y Jay Z. Mientras que en 2003 poco más que despreciaban la marca en la referencia soltada en su ‘03 Bonnie & Clyde’, al afirmar que “the only time she wear Burberry to swim” (vamos, que solo usaban Burberry para bañarse, dejando claro que la marca no suponía un lujo para ellos); en 2018 la cantante salía al escenario estrenando la primera colección firmada por Riccardo Tisci para la casa británica. Y es que, en definitiva, el ajedrezado de Burberry y su presencia en la moda es, ni más ni menos, el tiempo en que vivimos.
La aspiración por el lujo no es incompatible con el orgullo de clase. Y el hecho de que algo sea abrazado por clases populares no debe ser sinónimo de algo negativo. A su vez, el camino que ha recorrido Burberry también lo han recorrido otras firmas como Prada o, guardando muchísimo las distancias, Versace. Sin embargo, hay una diferencia. ¿Cuál? Que no hay otra marca que cuente en su archivo con algo tan icónico, atemporal y elegante como el patrón de Burberry.
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